Usos, costumbres y el transcurrir de la vida
a. La bendición
En La Hacienda es costumbre que los padres le den la bendición a los hijos. En la mañana cuando se van a trabajar. Cuando tienen que salir al mercado vender su mercancía o a comprar animales, frutos o mercadería. También cuando alguien está enfermo. Las familias se reúnen para bendecir el grano que se va a sembrar.
b. Rezos y ofrendas
Hay muchas maneras, momentos y motivos de rezar. Mucha gente cuando pasa frente a una iglesia se santigua. Los campesinos cuando van a sembrar le piden a Dios que tengan buena cosecha. Cuando la gente se siente en peligro no falta una oración. También se invoca a Dios y a los santos cuando hay relámpagos o emergencias y, en actos religiosos como misas, sacramentos donde acude el sacerdote
Además de sacerdotes hay rezanderos y gente piadosa en las familias. Cuando el temporal no quiere asentar se buscan pedidores de lluvia. En algunas festividades hay personas penitentes que se castigan con espinas, flagelos, llevando cargas pesadas o recorriendo trayectos hincados. Esto lo hacen como parte de una festividad o de una peregrinación.
En las casas se rezan rosarios y novenarios. Se tienen imágenes de santos, estampitas, cruces de pericón o de palma, y crucifijos. A todos ellos se les reza y venera.
La gente del pueblo celebra el día de su santo, más que el de su cumpleaños. Hay parajes dedicados a algún santo.
Hay ofrendas que se hacen no solamente en día de muertos para nuestros seres queridos, sino también en los calmiles en el día de la Santa Cruz.
Todos en el pueblo tienen alguna devoción especial y el resto del pueblo los respeta.
c. De mocoso a adulto
En la Hacienda, hasta mediados del siglo XX había otra manera de entender las etapas de la vida. Los bebés no podían valerse por sí mismos y eran atendidos por la madre y las hermanas; pero una vez que el chiquillo podía ayudar a la familia en lo que fuera, su situación cambiaba a ser la de “mocoso”. El ser mocoso era servir de apoyo a padres, abuelos, tíos y hermanos mayores según las habilidades que se fueran desarrollando. Darle de comer a las gallinas, llevar a abrevar a los animales, llevar “el rancho” o comida al calmil o a donde estuviera trabajando el papá en el campo. Cuando eramos chicos y oíamos que alguien nos llamaba: ¡Mocosoooo…! Ya sabíamos que alguien nos llamaba para pedir que ayudáramos en algo.
Así, el niño o la niña iban creciendo ayudando siempre a sus padres y aumentaban sus obligaciones en el hogar hasta que, muy jóvenes aún ya estaban en edad casadera, se casaban y adquirían obligaciones del nuevo hogar que formaban.
Ser joven era una condición física no un estatus social y, mucho menos, poder prologar el estatuto de ser dependiente sin obligaciones claras de aporte al funcionamiento familiar del que se formara parte.
La escuela vino a romper este estereotipo de comportamiento ya que demandaba que el tiempo del “escuincle” se utilizara en las clases. El recreo era un tiempo destinado para que todos los niños y niñas jugaran. Esto cambió la percepción que antes se tenía. Niñas y niños siempre jugaban, pero lo hacían robándole tiempo a sus quehaceres.
d. juegos y juguetes
También la forma de divertirse ha ido cambiando en La Hacienda. A nuestros juegos de andar corriendo montados en un palo como si se tratara de un caballo, se añadían muchos juegos como la ‘lotería’, las ‘serpientes y escaleras’ y el ‘coyote’. Para correr y saltar jugábamos a ‘las cebollitas’, a ‘los encantados’, al ‘avión’, a ‘las escondidillas’ y a la ‘reata’. Había muchos juegos diferentes de ‘canicas’, de ‘trompo’ y de ‘yoyo’. Había juegos de destreza como los ‘palitos chinos’ y la ‘matatena’. Todos teníamos y usábamos nuestra ‘resortera’, nuestra ‘honda’ de palma, y las ‘cerbatanas’ que se hacían de muchas maneras. Jugábamos con nuestras ‘cuartas’ al ‘retache de moneda’ en la pared; al ‘tacón’ llevando una moneda a la meta hacéndola brincar con el canto de una tapa o tacón de zapato; corríamos por la calle rodando ‘el aro’ con un palito. Nos divertíamos jugando a la ‘piedra brincada’ aventando una piedra y atinándole con otra teniendo como recompensa que quien le atinaba a la piedra del contrario tenía que ser cargado por el otro en la espalda. Jugábamos al ‘burro’, brincando sobre la espalda encorvada de otros niños. O nos íbamos al corral a montar becerros haciéndoles su jáquima o lazándolos con la mangana.
Cada uno de estos juegos nos trae a la memoria cómo los jugábamos, con quiénes y, desgraciadamente, cómo la convivencia de jugar con estos juegos se ha ido perdiendo junto con los mismos juegos.
e. Ritos relacionados con el matrimonio
i. Noviazgo
El noviazgo como práctica interpersonal tendiente al matrimonio es uno de los patrones culturales que más han cambiado en el último siglo. A nuestros padres en Guerrero les tocó una época en la que la familia de la novia no permitía que hubiera acercamiento físico entre las muchachas y sus galanes, por lo que para el noviazgo se inventaba un lenguaje simbólico muy desarrollado con base en señas, miradas, coqueteos a larga distancia y cartas en clave que se tenían que inventar y aprender, y muchas veces buscar el apoyo de celestinas e intermediarios. Todos los caminos por los que transitaba la mujer a la que se quería cortejar –ya fueran a la iglesia, al mercado, a visitar familiares, a los lavaderos- eran posibles puntos de contacto visual o simbólico. Una hermana de mis tías fue la celestina de mis padres que no llegaron a tratarse sino hasta después de casados.
Esta situación ha ido cambiando y cada familia tiene ahora su propia historia, la de sus padres, de sus abuelos y de sus hijos. Hoy las posibilidades de trato interpersonal y de noviazgo han evolucionado a otro tipo de trato entre los jóvenes.
ii Pedida de mano
En La Hacienda, una forma de solicitar matrimonio es la de ir a donde estén los padres de la novia y “pedirles la mano de su hija”. Es un rito que puede ser de trámite formal o que puede conllevar riesgos peligrosos. El padre del novio busca las personas que irán a pedir la mano de la novia procurando que sean ‘principales’ del pueblo o que, por su cargo, profesión, estatus social, compadrazgo o cualquier otra circunstancia, inspiren respeto y puedan convencer y llegar a un acuerdo favorable sobre la boda pretendida. La comitiva que busca al padre de la novia la encabeza el padre del novio que va acompañado de los principales. Llevan algún licor que sea valioso para brindar cuando logren el sí, o para dejarlo al padre de la novia y así ir abonando favorablemente las voluntades para que esto suceda. También pueden llevar algún otro regalo para dejarlo “sin compromiso”. En La Hacienda se acostumbra que la comitiva que va a pedir la mano llegue muy temprano para encontrar al padre de la novia antes de que éste salga a trabajar. La comitiva llega cabalgando en muy buenas monturas por cualquier circunstancia que se pueda presentar.
Pueden darse muchas circunstancias. Que no encuentren al padre de la novia porque haya sido advertido o porque se les escabulla. Que lo encuentren y se niegue a recibirlos o que salga y los atienda. En este caso puede saber el motivo de la visita y, si es la primera ocasión que se presentan a nombre del novio a pedir la mano de su hija, que el padre de la novia decida ponerle fecha a un segundo encuentro para que regresen y sepan su resolución. También puede ser que acepte.
El problema que se puede presentar es el método que el padre de la novia elija para negar la mano de su hija, cuando no acepta la propuesta. En Guerrero los métodos pueden llegar a ser bastante violentos. Por tal motivo, aunque se trata de una comitiva que busca fortalecer lazos de amor, suele ir bien armada, “por aquello de no te entumas”.
En una ocasión me tocó el honor de aceptar ser elegido como parte de la comitiva para ir a solicitar la mano de la novia de un pretendiente de La Hacienda que tenía su Dulcinea en Temazcalapa. Antes de que yo aceptara fui aleccionado de lo que tenía que hacer, qué decir y de los riesgos que podía correr. Consiguieron buenos cuacos, buenas monturas y refulgentes armas. El padre del novio llevaba dos brandys para celebrar: un Don Pedro y un Presidente. Durante el trayecto se me informó por dónde deberíamos salir huyendo, en caso de que fuera necesario, y de las estrategias que se seguirían para arropar mi eventual salida, ya que ni soy buen jinete, ni conozco los vericuetos del camino. Esa vista fue fallida. El padre de la novia estaba en Iguala, según nos informaron en su casa, y era inútil esperarlo. Al parecer “le dieron el pitazo” de nuestra ida. Pero todo el pueblo se dio cuenta de nuestra visita y del motivo de la misma, por lo que quedó el antecedente de que la novia ya era pretendida y que era necesario que la familia le preguntara su voluntad. Esta consulta es requisito necesario y se aduce para posponer en una primera visita la decisión de los padres para conceder la mano de la novia.
Es bien sabido que, si los novios están de acuerdo en casarse y se realiza el ritual de ir a pedir la mano de la novia, en el caso de que su padre la niegue, es de esperarse el método alterno: Que el novio se robe a la novia.
iii Robarse la novia
“Robarse la novia” es la manera informal de llegar al matrimonio. Lo importante es que la novia esté de acuerdo, caso contrario es una imprudencia que puede terminar en tragedia. Si los novios están de acuerdo es muy importante medir las consecuencias y tener previstas las circunstancias en las que este evento vaya a realizarse.
Por lo general, la familia de la novia tendrá que cuidar el honor de la familia. Hay lugares en los que la familia de la novia está de acuerdo en que así sucedan las cosas y simplemente armará el teatro de perseguir a los novios a sabiendas que no dará con ellos, por lo que les dará amplia ventaja para que huyan y luego, “cuando les den el aviso del rapto” buscarán los caballos y saldrán dos que tres familiares “echando bala, como queriendo pelear. Pronto perderán la pista y regresarán jurando venganza. Puede darse el caso que el rapto suceda sin que la familia se dé cuenta y sucederá algo parecido al teatro anterior, sólo que la cosa va más en serio.
Los novios huidos se desaparecerán por un tiempo prudente, luego la familia del novio enviará regalos a la familia de la novia y, finalmente, los novios irán a la casa de la novia “a pedir perdón”, después de lo cual ya aparecerán ellos en público como nueva familia del lugar. Esta tradición se sigue en La Hacienda y en todos los pueblos vecinos.
Lo que no se permite es “robarse a la novia” sin el consentimiento de ella. Por lo general ésto no sucede, pero dicen que la excepción hace la regla.
Dicen que allá por 1975 en Miacatzingo, población ubicada a medio camino de Coatepec y La Hacienda, un galán se robó la novia sin su consentimiento. Cuando los hermanos de ella lo supieron fueron a vengar la afrenta y mataron al novio y a sus hermanos. La familia del novio se fue a vengar matando a la familia de la novia, y en menos que canta un gallo la venganza, de la venganza, de la venganza, comenzó a diezmar a la población hasta que los últimos decidieron abandonar el pueblo. La página del lugar que hoy aparece en internet dice lo siguiente: “Miacatzingo es una población perteneciente al municipio de Teloloapan, en el Estado de Guerrero. La población total de Miacatzingo es de 0 personas, de cuales 0 son Hombres y 0 Mujeres[1]”. Miacatzingo fue dotado de tierras ejidales el 2 de abril de 1941, tres meses después que Tonalapa del Río. En 1970 tenía mayor población que La Hacienda.
e. Boda
El ritual principal en la vida de jóvenes y adultos es el matrimonio. Se tira la casa por la ventana. Asisten invitados del novio y de la novia. Hay padrinos de todo tipo: de anillos, de arras, de lazo. Padrinos de fotografía, de pastel. Y si la boda es muy grande pueden ser muchos padrinos que aporten gallinitas, guajolotes, marranitos, reses, cervezas. Todo mundo está invitado y asiste gente de los pueblos vecinos. Es un gran evento. La boda religiosa es la que usualmente se celebra.
Para los novios se prepara una enramada de chapulixtle, que es una hierba de fragancia. Las muchachas del pueblo bailan las jícaras.
f. Ritos relacionados con el nacimiento
Hasta principios del siglo XX, cuando una mujer estaba por dar a luz en La Hacienda, se llamaba a la partera para que la auxiliara. Su presencia era muy valorada ya que con frecuencia el parto era motivo de muerte de la mamá, del hijo o de ambos. En caso de que el hijo fuera varón, a la partera se le pagaba un peso, se le servía su chocolate y se le regresaba a su casa en bestia mular. Los papás estaban contentos y se procedía a enterrar el ombligo abajo del fogón. Si la hija era mujercita, la partera recibía sólo 0.50 cvs., la mitad de la paga, y no había chocolate, ni la regresaban con honores a su casa.
Nuestro abuelo, papá Celsito, cambió esta costumbre. Para él sus hijos e hijas eran iguales y la partera recibía como paga su peso completo, se le servía su chocolate y fuera niña o niño la regresaban a su casa en bestia mular. Por lo que siempre iban contentas a ayudar a la esposa de Papá Celsito. Abajo del fogón terminaron enterrados todos los ombligos de niñas y niños de la familia. Allí está el mío.
g. Ritos relacionados con la muerte
i. Levantamiento del cuerpo y velorio
Cuando alguien muere la familia le rinde tributo. Se encienden veladoras en el lugar en donde murió y se coloca una cruz. Del lugar donde haya muerto, se lleva el cuerpo a la casa y, dependiendo de los medios económicos, se le tiende en un petate sobre un otate, en una cama, o dentro de un ataúd. Toda la gente del pueblo que va a presentar su pésame le lleva velas, veladoras, flores y su ofrenda, o ‘huentli’ como antiguamente se le llamaba. También se lleva aguardiente y cerveza a la familia. Las campanas del pueblo ‘doblan’ para que el pueblo y los pueblos vecinos se enteren y asistan. Ese día, en la noche y el día siguiente, hasta que lo llevan a enterrar, la gente del pueblo se congrega en la casa del difunto. La familia les ofrece lo que puede: un thé de yerbitas y ‘piquete’ si hay. Las señoras del pueblo ayudan con tortillitas y algo se ofrece de comer a quien lo pida. Los señores se van al corredor, al corral o a la calle a congregarse, a platicar y a tomarse su cervecita. La gente del pueblo le brinda apoyo a la familia en ir a preparar el panteón para el entierro. Si la persona fue asesinada, el ambiente se vuelve muchas veces pesado. No falta quien quiera venganza. A lo largo de la tarde noche hay siempre alguna rezandera que acompañe con la ceremonia del rosario y los rezos de difuntos. Se atiende con comida y bebida a quienes dirigen las oraciones y cuando se puede se les da una ‘ayudita’ económica. Las velas y veladoras están encendidas hasta que son reemplazadas por otras.
El entierro se hace con procesión. La peregrinación suele pasar por la Iglesia en donde se reza y se dejan flores. Finalmente el cortejo se dirigen al panteón en donde el cuerpo se entierra. Los familiares suelen echar los primeros puñados de tierra junto con algunas flores. Luego vienen las paladas de tierra hasta que queda un montículo donde se colocan las flores y alguna cruz. Los deudos son los que despiden a la concurrencia y los invitan al novenario.
En el lugar donde se veló el cuerpo se dibuja una cruz con ceniza y con pétalos de flores y se encienden los cirios.
ii Novenario y levantamiento de la sombra
Al día siguiente del entierro y durante nueve días, la gente del pueblo está invitada ‘al rosario’. Este se hace frente ‘a la sombra’ del muerto que se representa con la ceniza que se esparce en forma de cruz y donde su ponen los cirios, veladoras frente a algún retrato del difunto. Se reza el rosario y las oraciones de difuntos. Al terminar el rosario se invita a los asistentes, un cafecito, un thécito y algún pancito o fruta. Los asistentes llevan veladoras, su ofrenda o algo de comida.
El último día del novenario, después de rezar se realiza la ceremonia del levantamiento de la cruz, o de la sombra. En el caso de que el difunto sea velado en la casa paterna, la ceniza se deposita en el fogón en donde está enterrado su ombligo. De esta forma se cierra el círculo del nacimiento con la muerte. Si no es así, las cenizas se dispersan o se entierran.
iii Los niños y la muerte
Hasta 1919 la costumbre en La Hacienda era de hacer fiesta cuando un niño o niña moría. Se decía que el cielo se abría y entraba un ángel, lo que se interpretaba como motivo para celebrar el hecho. Se entendía por niño, no sólo los infantes, sino toda persona soltera que no se casaba. Lo vestían de blanco y le colocaban una corona de flores. Las campanas de la iglesia repiqueteaban en lugar de doblar.
Terminó esta costumbre cuando el Tío Albino, uno de los hijos de Papá Celsito, falleció de dos años. La gente del pueblo llegó a festejar a la casa grande. Pero Papá Celsito los corrió. Había demasiada tristeza en su corazón como para encontrarle sentido a esta práctica festiva. Después de este episodio los familiares de los niños fallecidos razonaron de forma parecida y dejó de haber festejos, aunque sí se les siguió vistiendo de blanco e invocándolos como ángeles que abrían la gloria a la familia y al pueblo.
iv Ofrenda y ofrenda nueva
Año con año el 2 de noviembre nos vienen a visitar nuestros queridos difuntos. Si son niños llegan antes, el primero de noviembre. Se tiene la sana costumbre de compartir con ellos, a los que quisimos tanto, lo que más les gustaba: comida, flor y cantos, que nuestros invitados –que son nuestro elenco más selecto- vengan a degustar. Todos en el pueblo hacen pan, dulce y comida para las ánimas de los que regresan a deleitarse y a convivir en la ofrenda que les ofrecemos y que se comparte con todo el pueblo. Luego, con todo cariño, se pone la ofrenda con su sahumerio y las fotos de nuestros seres queridos. El agua, la sal y los platillos. Frijolitos, tortilla, mole y su mezcal. Cirios prendidos y flores del campo. No faltan los cempaxúchitl y la borla de obispo.
Cuando se trata de una ofrenda nueva, es decir para alguien que murió durante el último año, la ofrenda tiene un sentido especial. Hay familias que hacen representaciones de cuadros bíblicos o de su libre imaginación. Son cuadros que se representan para verse desde la calle, ya sea desde la puerta o desde una ventana. Alguien se viste de ángel o de santo y se elabora un escenario de teatro fijo. En otras familias, se invita a la gente que visita la ofrenda a que se lleven una fruta, dulce o ‘pan de cuelga’ que tiene azúcar roja por encima.
[1] https://mx-blog.com/guerrero/teloloapan/miacatzingo