Salud

En la Hacienda hay enfermedades, como el susto y el aire, que no se diagnostican en la ciudad. Para tratarlas exitosamente es necesario llamar a curanderos especializados.

a. El aire, el mal de ojo

Mi padre me cuenta que cuando era pequeño le sucedió la siguiente anécdota. A un tío mío le había dado ‘un aire’, enfermedad común en La Hacienda que a todos les daba. La curandera pidió que, para hacerle la limpia, todos se salieran del cuarto en donde lo estaba curando. Mi padre, de curioso, se quedó en el tapanco asomándose para ver la curación. Al día siguiente amaneció hinchado de la mitad de la cara que quedó expuesta cuando se asomó para ver lo que pasaba. Aparte de la regañiza que le dieron hubo necesidad de llamar nuevamente a la curandera.

El ‘mal del aire’ y el ‘mal de ojo’ son enfermedades de intrusión. Suceden como resultado de circunstancias externas al enfermo y las terapias consisten en sacarle el aire malo o curarle el mal de ojo. Esto se hace con distintos métodos ‘de limpia’ que varían conforme al diagnóstico que el curandero haga: Ya sea que el paciente haya perdido alguna entidad anímica o ‘pérdida del alma’, o si se le haya introducido un ‘mal aire’, o si es consecuencia de que alguien le haya hecho daño por envidia o un maleficio que resulte en mal de ojo. Toda curación que se hace va acompañada de hierbas como el ‘guachupil’ y la ‘jarilla’, de rezos, de sahumerios y de ritos. Una forma de curación es la ’limpia con huevo’ en el que éste se pasa sobre regiones del cuerpo o se deja durante la noche debajo de la cama del paciente. El huevo, después del rito, se rompe y se analiza el mal que se curó. Otra forma es reunir distintas yerbas como ruda, pirul, santamaría, albahaca, romero y barrer con ellas el cuerpo del enfermo. Otra forma es frotando alcohol o mezcal en la frente, nuca, brazos, codos, espalda y escupiendo este alcohol intempestivamente.

b. Mal del susto

En todo México, y también en La Hacienda, se diagnostica el ‘mal del susto’ o ‘espanto’. Una investigación a nivel nacional sobre herbolaria realizada en el Instituto Mexicano para el Estudio de las Plantas Medicinales (IMEPLAN) encontró que el diagnóstico que los curanderos hacían de esta enfermedad en todo el país era consistente. Es decir, en Chihuahua como en Chiapas, en Guerrero como en San Luis Potosí, se interpretaba el mismo conjunto de síntomas como ‘mal del susto’. Los médicos que hacían la investigación diagnosticaron también a los enfermos y el diagnóstico que ellos hicieron de los enfermos era de amibiasis. Sin embargo, lo que más destacó en su estudio es que las plantas utilizadas para la curación del ‘mal del susto’ eran antiamibianas, como la cáscara de aguacate o el epazote del zorrillo. Estas plantas o frutos se utilizaban con éxito porque curaban. A ello se añadían los ritos, oraciones y condicionamiento sicológico que la medicina tradicional utilizaba.

La hipótesis que tenían para hacer la investigación era que estas enfermedades, como ‘el mal del susto’ que los curanderos y el pueblo diagnosticaban dándoles un nombre que la medicina alópata descalificaba como inexistente, o bien existían y se podían diagnosticar con un nombre de enfermedad reconocido por la medicina llamada ‘moderna’ y entonces se podía verificar el diagnóstico que los curanderos hacían, el tratamiento que daban y la eficacia de la curación que aplicaban. O la otra hipótesis era que medio México estaba loco, se enfermaba de enfermedades inexistentes y, estando enfermos, se curaban con medicina tradicional que era pura patraña y, si funcionaba, era simplemente por autoengaño. Optaron por tomar la hipótesis de que el pueblo mexicano era cuerdo y sabio.

Al hacer esta investigación encontraron también que las enfermedades son sicosomáticas, no sólo somáticas y que el convencimiento de que la medicina que toman es eficaz es también parte de la curación. Pero esto no solamente en la medicina tradicional sino también, y quizás más crudamente, en la medicina ‘moderna’.

El caso del ‘mal del susto’, el doctor Xavier Lozoya[1] y los otros investigadores, lo explicaban de la siguiente manera: En México el 100% de la población padece amiabiasis en cierto grado. Sin embargo, por la fortaleza del organismo, por la aclimatación del sujeto a ciertas amibas que ingiere en agua y alimentos de la región donde vive y porque la amibiasis en grados mínimos no es una enfermedad sino una condición digestiva normal, la población en México vive con sus amibas sin problema. Sin embargo, ante un susto, espanto, situación de estrés fuerte o repentino, el organismo se debilita y se facilita que las defensas del organismo no contengan la infección que las amibas producen ya como enfermedad con su crecimiento súbito. Así, el susto causa el debilitamiento que en un organismo infestado de amibas deje de tener rectoría sobre ellas y los síntomas de amibiasis se manifiesten y puedan agravarse al punto de provocar la muerte.

c. Empacho, mollera sumida, esguinces, torceduras, fracturas

El empacho es un tipo de trastorno estomacal que se presenta con síntomas de gastroenteritis cuando en la ingesta de alimentos hubo alguna emoción fuerte, como susto o enojo, el intestino se contrajo y hubo alimento que se adhirió a su pared. En los bebés este mal se asocia a que la madre lactante pasa por estas condiciones emocionales que trasmite por la leche. En el bebé las consecuencias pueden ser la ‘caída de la mollera’. Para la curación, además de yerbas como la manzanilla, el estafiate, la malva, el limón, el aguacate, se utilizan purgas y otros medios físicos, como sobar o jalar la piel en ciertas partes del cuerpo, lo que se conoce como ‘tronar el empacho’, o ‘tronar anginas’ que tiene cierta semejanza con la acupuntura. La ‘caída de la mollera’ tiene su propio tratamiento que puede ser de urgencia antes de que se le acabe el pulso, deje de comer o se debilite.

Los esguinces, torceduras y fracturas requieren, por lo general, la intervención del huesero que, mediante sobadas, masajes, ventosas y friegas, acomodan huesos, nervios y músculos que están fuera de lugar. Posteriormente pueden vendar o aplicar yerbas o pomadas. En La Hacienda hay una yerba llamada ‘pega hueso’ que se utiliza para facilitar que las fracturas suelden.

d. En la Hacienda hay médico en casa con medicina de la naturaleza.

– Para todo mal mezcal, y para todo bien también. Cuando se va a comer o se comió comida pesada como moles, pozole o comida de boda, el mezcal sirve de medicina preventiva. Pero es arma de dos filos y hace daño si se toma en exceso. De allí el dicho: ‘mezcalito, mezcalito, alabo y bendigo tu grandeza; yo te mando a la barriga y te subes a mi cabeza’

– El cirián o cuatecomate sirve para aliviar la tos. Se abre, se limpia de adentro, se pone a hervir, se le agrega un poco de piloncillo y antes de dormir se sirve y se toma lo más caliente que se aguante. Con dos o tres tomas cede hasta la tos más seca, la que desgarra. También sirve para los golpes si se aplica calientito en lienzos sobre la piel donde se recibió el golpe.

– La salva real sirve para el estómago.

– La capitaneja en licuado también sirve para el estómago.

– La yerbabuena con limón, carbonato y un limón rayado también para el estómago.

– El ajenjo, que es bien amargo, para cuando se hacen corajes.

– El pelo de elote como diurético.

– La flor de bugambilia morada sirve para la tos.

– Las bolitas, o marranitas, del coahuilote son buenas para el riñón y para la tos.

– También las bolitas del granjel sirven para la tos y para el riñón.

– La hoja del tejehuite se frota entre las manos ‘a que suelte su agüita’ y se usa para endurecer la piel de la palma de las manos y no se produzcan ámpulas o ampollas cuando ha dejado uno de trabajar el campo y ya no se tienen las callosidades que nos protegen en el trabajo pesado. También se utiliza para endurecer o ‘curtir’ el estómago cuando alguien se enferma continuamente de diarrea.

– El palo mulato, que es un ciruelo cimarrón que no da frutos, sirve de medicina maravillosa. Su cáscara se usa, por ejemplo, para sanar heridas en los animales. Cuando se agusanó alguna herida del animal o tiene pus y la mosca cerecera no lo deja en paz entonces se hierve la cáscara del palo mulato. Queda color canela. Entonces se exprime la herida que se va a curar a que quede vacía de podredumbre y se va lavando con esta agua medicinal que preparamos. Con dos curadas quedan sanos. ¿Quién sabe si también sirva para curar las heridas de los diabéticos? Ya que algunas heridas de éstas son muy complicadas para que sanen.

[1] El Doctor Xavier Lozoya Legorreta ha realizado investigación sobre plantas medicinales y medicina Tradicional Indígena Mexicana desde la década de 1970. Lo que aquí he plasmado lo recuerdo de una conferencia suya a la que asistí en esas fechas, por lo que la investigación actual debe haber profundizado sustancialmente.

https://es.wikipedia.org/wiki/Xavier_Lozoya_Legorreta