Economía
Cómo se vivía en La Hacienda a mediados del siglo XX
Por la mañana, mientras las mujeres preparaban el almuerzo en la cocina, los hombres teníamos que ‘asistir’ a los animales en el corral. Darles zacate –seco o verde según la temporada-, darles maíz seco o alimento, y darles agua ya fuera en cubeta o llevarlos a la barranca al abrevadero; y alistarlos para salir. Tan pronto estaba listo el almuerzo, las mujeres nos llamaban y todos nos acercábamos a desayunar. Los tíos y nosotros almorzábamos dentro de la cocina junto al fogón, sentados al pretil. Los trabajadores –el bueyero, su gañan y los peones- se sentaban a la mesa en el corredor. Almorzábamos frijolitos con algún guiso que iba cambiando, como chile con longaniza, chicharrón en salsa, huevo con queso o requesón. A todos nos daban las tortillas como iban saliendo del comal. Al terminar, todos nos arreglábamos para salir al campo. Los tíos arreglaban las mulas, en el lomo les colocaban su ‘cuaxtle’[1] y encima la silla de montar. Alistaban el bule con agua y los machetes. En el morral metían su ‘itacate’[2] y lo que se fuera a necesitar.
De De camino al campo. Ca. 1938 Andrés Sotelo Monroy
Acostumbrábamos trabajar con yunta. Esta se forma con dos bueyes uncidos. El bueyero llevaba los bueyes y nosotros, los de casa, nos íbamos a caballo a la milpa. La hora de la comida era a las doce del día. Las tías nos mandaban la comida ‘para hacer el rancho’. Llegaba un canasto de tortillas calientitas y jarritos con comida. Un jarro con frijolitos calientitos, y en el otro jarro algún guiso, que siempre era muy rico. La jornada seguía y a las tres de la tarde se desuncían los bueyes, se llevaban los animales a pastorear hasta que se llenaran y, cuando terminaban, se les llevaba a donde pasarían la noche. Allí se amarraban para que al día siguiente pasaran por ellos para siguiente jornada del día. También, en lugar de la yunta, se utilizaba para arar el tronco, que se forma con dos bestias caballares,[3] sean mulas, machos, caballos o yeguas a los que se les daba su pastura seca, maíz y agua. En el temporal se llevaban a pastar. Y a una barranquita a que abrevaran agua, a llevarles agua para asistirlos. Los dejaban donde hubiera zacate seco. Allí se alimentaban y, al otro día, iba el gañán o el bueyero a buscar la yunta para llevarlos a la casa o al trabajo. Los ‘troncos’ son más rápidos que las ‘yuntas’ y con ellos se avanza más en los barbechos.
Nuestra familia le daba nombre a todos los terrenos que hemos tenido. La Cacahuana, el Palo Prieto, la Pila Chica, el Rincón, el Zapote, el Palo Chico, el Cuahuilote, los Hilamos, las Liebres, el Sauce, el Capire, los Mezquites, las Cuatas, el Copal, los Brasiles, Lomas de las Casitas, el Mirador, el Potrero, el Manguito. Así, si el Tío nos decía: “Mañana vamos a dar sobernal en el Capire.” Sabíamos lo que al otro día íbamos a hacer y en dónde.
a. La milpa y el maíz
El principal cultivo de La Hacienda de Oculixtlahuacán desde siempre ha sido la milpa.[4] Año con año, al tiempo de la cosecha, se seleccionaban las mazorca de donde desgranábamos cuidadósamente la semilla que íbamos a utilizar al año siguiente. Elegíamos las mejores mazorcas –las más grandes, bonitas y lozanas. Todo mundo siempre le pone gran empeño a la tarea de seleccionar el mejor maíz, ya que de eso depende que haya buena cosecha. El maíz se siembra entreverando en su cultivo el frijol, los chiles y quelites[5] como la calabaza, las verdolagas, los quintoniles, los romeritos, los nabos y muchas más. La milpa consiste en esta excelente práctica de cultivo de siembra entreverada. El frijol, al ser una leguminosa, fija el nitrógeno en el suelo y el maíz necesita mucho nitrógeno.
En abril inicia el trabajo de la milpa. El terreno se desmatona, se limpia. La yerba que se arranca se apila en montones y en mayo, cuando ya está seca, se quema. Con un bagazo de caña se les va prendiendo fuego a los montones de yerba seca. De chamacos nos deteníamos con gusto a oír cómo tronaba la yerba que se estaba quemando y a oler ese humito travieso.
En La Hacienda los cultivos pueden ser de barbecho o tlacolol. Los cultivos de barbecho se hacen en planicies o lomas, donde se mete el arado de hierro de dos alas y a tiro de bestias. que pueden ser yuntas o troncos. Por eso a estas tierras planas tambièn se les llama ‘tierras de barbecho’. El arado es una herramienta de labranza que se usa para abrir surcos y remover el terreno. Es jalado por una yunta de dos bueyes que trabajan uncidos al ‘yugo’ que es un madero con dos curvas y perforación al centro. El arado se sujeta al yugo con un apero que por el frente se pasa por la ‘camena’ y, en el hoyito, anillo o ‘barzón’ se amarra con un lazo de cuero crudo. Se ‘lía’. Queda colgando y se mete en una madera que se llama ‘timón’. El ‘timón’ es el palo recto que va del ‘yugo’ al ‘arado’ con el cual se realiza el tiro del arado por la yunta. Por el lado del arado donde entra al surco, el timón encaja en la cama que es una pieza de hierro donde se engarzan todas las piezas del arado. Allí se acopla la reja, que es una punta de hierro en forma de flecha que sirve para para romper la tierra y abrir el surco. Antes había arados de madera, después llegaron los de fierro llamados ‘polcos’.
La preparación de la tierra comienza con el barbecho que consiste en romper el suelo, en roturarlo, en voltear la tierra que, al quedar removida, se airea y meteoriza. Es importante quitar la maleza que se arrancó con el barbecho.
Cuando viene la primera lluvia se surca para sembrar. Cuando se trabaja en ladera es necesario que horizontalmente se vaya siguiendo el nivel del terreno al hacer el surco. Así no se deslava ya que el mismo surco detiene el agua de las lluvias.
El arado, al meterlo en la tierra, hace una hondanada donde entra. Y al ir jalando el arado se forma el ‘surco’ en lo hondo, que queda como arroyo; mientras que por el lado donde se va echando la tierra se forma un cerrito o lomo, que separa un surco del que está a su lado. A este lomo de tierra se le llama ‘sobernal’. El maiz se siembra en el surco. Y el frijol se siembra en medio de dos matas de maiz. Se depositan 3 o 4 semillas cada vez a una distancia de entre .70 y 1 m.
Cuando la milpita ya nació y el brote tiene unos diez centímetros de alto se hace la resiembra. En los espacios donde debía de haber una matita pero no nació, allí se va resembrando con una garrucha de espátula.
La siguiente labor es la de ‘ahilar la piedra’[6]. Las piedras que se encuentran en la tierra removida del sobernal, se van colocando en el surco en medio de dos matas de maiz para que, cuando se les dé tierra, las piedras no le caigan a la milpa y la maltraten. Así entra el arado con mayor facilidad.
Estando el sobernal limpio de piedras, la siguiente labor es ‘darle tierra’ a la milpa y la ‘despachada’. Se le pone un palo ’atravesado’ al arado para que, al meterlo, el surco quede ancho. Esto se hace cuando la milpita ya ha crecido unos 30 centímetros. Cuando se hace esta labor, la familia lo celebra con tamales nejos.
De diez a treinta días después de la siembra “se realiza la labor conocida como ‘sobernal’ que consiste en pasar el arado en medio del sobernal por ambos costados del surco, eliminando la hierba que ha crecido y dándole suelo a las matas de maiz. Junto con esta labor se aplica la primera fertilización. Al terminar esta labor la milpa, que orignalmente fue sembrada en el surco, ahora queda en la parte alta del sobernal.
Nuestra familia se preparaba con tiempo para obtener el fertilizante. Iban a las cuevas del monte con sus costales a traer guano de murciélago. Con esto fertilizaban su milpa. El guano lo iban a recoger a la ‘cueva del diablo’ que eran tres agujeros que quedaban por el rumbo de Almologa, por donde está la desviación a Temascalapa rumbo a Miacazingo, y a otras cuevas en Tuxtla Cuevillas. En la cueva del Cerro Grande debajo de Huahuaxtla, a donde los tíos iban a recoger guano, pasa un río que se cree que viene de Taxco el Viejo y que sale en Almolonga de Coatepec por Tonalapa. A esa cueva era peligroso entrar.
La segunda labor, denominada “suelta”, generalmente se realiza entre 20 y 50 días después. Se pasa otra vez el arado para echarle tierra a la milpa y quitarle la maleza. De allí en adelante era necesario seguir cuidando la planta para que estuviera libre de yerba. A veces era conveniente darle una segunda tierra a la milpa y fertilizarla.
Cuando las plantas tienen entre dos y tres meses se realiza la ‘segundeada’, en la que se desyerba la parcela con el machete, cuando el maíz empieza a espigar. Luego la mazorca comienza a xilotear. Cuando los elotes todavía se están formando y están tiernitos, se les llama ‘muñequitas’. Luego viene el tiempo de los elotes. Estos se pueden asar, hervir, hacer en chileatole, o en esquites con limón y sal.
Durante el mes de octubre, al maíz que ya dejó se ser elote pero todavía no es mazorca se le llama camagua y se utiliza para hacer tlaxcales. Entonces se lleva a cabo el ‘zacateo’, que consiste en cortar el tallo de las plantas por encima de la mazorca, y quitarles la totalidad de las hojas, que son utilizadas para alimentar el ganado. Se hacen manojos de zacate y se colocan en medio de dos milpas.
A mediados de noviembre se realiza la ‘pizca’ o cosecha. Es cuando se acarrea la mazorca a la casa y se recogen los manojos de zacate. Veinticinco manojos hacen una carga[7]. Al terminar la cosecha se abre el campo ‘a la tihtishea’. La gente más necesitada puede entrar al campo a tihtixear, es decir, a recoger las mazorcas o productos que hayan quedado del cultivo. Muchos paisanos, conociendo esa tradición y con el corazón abierto, muchas veces van dejando buen producto para que los tihtisheadores lleven algo ‘de comer’ a su casa. Después se abren las puertas de la cerca y entra el ganado que aprovecha los tallos que quedan, iniciándose así la fase pecuaria del ciclo[8]”
El tlacolol (de tlacololli). Cuando no se tienen tierras planas donde entre la yunta que son las ‘tierras de barbecho’, se siembra la milpa –maíz, frijol y calabaza- en tlacolol, que es cuando el cultivo de la milpa se realiza en el monte, en laderas empinadas y en el texcal entre las piedras. Como no hay manera de surcar, se roza el terreno de maleza, se limpia y se quema. Después se sigue el proceso de sembrar con coa. La limpia del terreno se hace con machete para no dejar crecer la yerba. Con este procedimiento se sustituye la yunta o tronco. Por lo demás es el mismo cíclo agrícola. Uno en el monte, cerro y ladera empinada, otro en el llano, loma o planicie. Uno con arado y otro con coa.
Almacenamiento y comercialización del maíz.
Al cosechar, se hacen las ‘eras’ y los ‘huetlapiles’[9] que son como casitas hechas con acahual[10] amarrados con tres reatas alrededor para que no se abra. En ellos se guarda la mazorca. En enero se deshoja la mazorca, se desgrana y se guarda en las trojes o cuexcomates (o coscomate de cuezcomatl). El cuexcomate es un granero o troje cerrada hecha con barro y zacate para conservar el maiz. Hacer estos cuexcomates es todo un arte y una obra de ingeniería. El maíz tambien se puede almacenar en un coscomate más sencillo que se hace en forma de huacal armado con palos cuadrados conocidos como xincolotes que no se amarran sino que se sostienen por la presión del maíz. Antes de meter la mazorca al cuexcomate de barro es necesario limpiarlo y fumigarlo. En La Hacienda, adentro del cuexcomate se ponía un brasero con chiles secos, se le prendía fuego para que los chiles hicieran humo y se tapaban las salidas al cuexcomate para que el humo concentrado del chile acabara con cualquier plaga. Después de unos días se ventilaba y quedaba listo para almacenar el maiz.
El maíz es el centro de la economía. Con maíz se pagaba la renta de las tierras y de las ‘yuntas’. Cada yunta de bueyes que se alquilaba se tenía que pagar con seis cargas de maíz. Los tíos prestaban ocho yuntas de bueyes cada temporada. El precio del maiz dobleteaba en tiempos de escacez con relación al precio que tenía al tiempo de la cosecha. El Maíz era una de las principales monedas de cambio. También el zacate se prestaba al doblete.
El maiz se desgrana conforme se va a utilizar. Para desgranarlo se hace una olotera del tamaño de un comal grande atando los olotes con un mecate o alambre. La mazorca se refriega allí para separar sus granos del olote. En esta tarea participa toda la familia, y hasta las gallinas llegan para comerse los gorgojos que de repente aparecen.
Del maiz se aprovecha todo. El cabello es medicinal para el riñón, los olotes sirven para la olotera, para tapar la boca de los cántaros a fin de que el agua no se riegue cuando se trae de la barranca; sirve para tapar el bule y como combustible para el fogón. El rastrojo es lo que queda de la caña y de la hoja seca después de cosechar. Sirve de alimento para el ganado. La hoja del maiz o totomoxtle se utilza como envoltura para hacer tamales.
b. La Caña, el trapiche y el piloncillo
La Hacienda de Oculixtlahuacán, durante el tiempo del Virreinato de la Nueva España, fue una de las haciendas más importantes del Norte de Guerrero que producía piloncillo. En el Anáhuac no se conocía la caña de azúcar; se trajo del sur de España a donde los árabes la llevaron cuando establecieron en Córdoba su califato. Los peninsulares llevaron el trapiche y la tecnología de hacer panela a Guerrero, a otras partes de México y a varios países de América Latina. De México se llevó la panocha a Filipinas donde se le conoce como ‘panutzá’. Cuando México se independizó y en Oculixtlahuacán se abandonó el modo de producción de hacienda, se mantuvo la siembra de la caña y la elaboración de la panela en trapiche. En los 1950s en La Hacienda había cuatro trapiches. El de los Sotelo, el de Galdino, el de Lola esposa de Zacarías y el de Andrés Mena. Por 1960 había en La Hacienda varios trapiches. El de Donaciano Sotelo, el de Daría (Armando Barrera), el de Andrés Mena, el de Galdino, el de Lucio Figueroa, el de Eliseo Barrera, el de Eduardo Mena, el de Alfredo Sotelo que estaba cerca de la tranca del derramadero. La carretera pasó por en medio del trapiche y se cambió por el rumbo de arriba de la Pila Chiquita, a un lado quedó el trapiche de Eduardo Mena, y por el panteón el de Galdino Jiménez. Más adelante estaba el trapiche de Lucio Figueroa, que lo movían hacia el Charco donde tenía sus melgas de caña, para no transportar lejos la caña.
La caña.
En los 1950s se sembraban tres variedades de caña en la Hacienda: La Piojota, que era blanca y aguatosa; la Carricilla que era rosa y la Habanera que era roja. Esta última tenía la corteza muy delgada por lo que era muy fácil de pelar y se la robaban mucho, por eso se dejó de sembrar. También se sembraba la ‘caña De Castilla’ que era roja. Al preparar la tierra para sembrar la caña se tenía que arrancar y sacar la caña vieja del campo de cultivo. Con las cañas más arraigadas se tenía que usar el marro que servía también para romper los terrones; luego se barbechaba con un arado especial más grande que calaba hondo, al que le llamaban ‘la pípila’. Para hacer más pesado este arado los niños se montaban sobre la pípila.
En Oculixtlahuacán, los terrenos de riego se dividen en tareas y melgas para el cultivo. Cada tarea tiene doce surcos de aproximadamente 35 metros de largo, una melga tiene seis tareas. Antes de sembrar la caña se debe cuidar que el terreno esté limpio. Hay una yerba o ‘bosque’, que es plaga, llamada ‘la golondrina’ que se tiene que arrancar de raíz porque si al jalarla se rompe vuelve a crecer. Cuando se va limpiando el campo, se deja la hierba arrancada en ‘el sobernal’ o lomo del surco. Luego se siembra la caña que se tiene seleccionada. Cada fin de temporada se escoge la mejor caña, la que es más grande, más gruesa y más bonita. Esta caña se corta en trozos de unos 65 centímetros de largo y se acuesta entrecruzada para sembrarla, luego se le cubre con abono de animales y encima se le echa la tierra. Finalmente se riega el surco desde el apantle. Ya como a la tercera regada comienza a brotar el cogollo. De cada nudo de la caña que se siembra sale una planta nueva idéntica a la que se sembró.
A la plantita de caña, cuando tiene unos 20 centímetros de alto, se le llama ‘pelillo’. Es el momento de aflojar el surco con coa. Siguiendo el surco, por un lado se afloja, por el otro se echa la tierra y se le da otra regada. A partir de entonces ya se riega normalmente. A la caña, en su primer año de cosecha, se le llama Primera plantilla. A partir de entonces puede rendir de 6 a 8 cosechas o zafras. A la caña que servirá para la segunda cosecha le llama ‘zoca’ y para las siguientes ‘rezoca’.
Las pilas, el riego, las melgas.
El agua de las tierras de riego de La Hacienda se almacena en dos pilas llamadas la ‘Pila Grande’ y la ‘Pila Chica’, cada una tiene su respectivo bitoque[11] para abrir o cerrar la compuerta. Para regar, se quita el bitoque y el agua pasa a los apantles. Dependiendo la melga que se vaya a regar se le abre su compuerta para que por la orilla de la melga entre el agua y se pueda ir regando surco por surco. A los apantles hay que darles mantenimiento y desazolvarlos para que el agua corra limpia y sin detenerse. Todas las melgas también tienen su nombre que corresponde al del paraje: Melga ‘de los Limones’, ‘de las Cuatas’, ‘del Pozo’, ‘del Aguacate’, ‘del Sauce’.
La zafra.
Cuando madura la caña es tiempo de hacer el corte y llevarla al trapiche. La madurez de la caña se determina valorando la edad del cultivo, su color, grosor y sabor. Es cuando la caña alcanza mayor concentración de sólidos solubles y su nivel máximo de sacarosa. La caña tarda ocho meses en madurar desde la siembra. La zafra se hace entre febrero y abril. El cogollo se corta verde para la pastura; el clazol, o bagazo de la caña, se quema. Antes se apila a la orilla de la melga o al centro, donde no peligre que el fuego se extienda. El tiempo que pasa entre el corte de la caña y su molienda no debe de ser mayor a 5 días. Los macheteros ya saben cómo atender a los animales cuando se les lleva a trabajar durante la molienda del trapiche y al terminar su trabajo se desuncen, se les lleva a que tomen agua, luego a la casa del dueño donde se les ofrece la ‘punta de cogollo’, su maicito y luego su agua.
La elaboración de la panela
En la elaboración de la panela hay tres etapas; a) Molienda y extracción del jugo, b) Cocimiento, que tiene tiempos de calor en la caldera y de clarificación o castigo, conforme la melaza va logrando cada uno de sus tres puntos de cocción hasta llegar al de panela c) Enfriamiento
a) Molienda y extracción del jugo.
Después del corte, la caña se lleva al molino de fierro que, en Oculixtlahuacán, era de tracción animal. La molienda o extracción del jugo se logra introduciendo la caña en las ‘moledoras’ del molino que van jalando la caña y la comprimen fuertemente.
Para moler la caña se unce el buey o la mula a la punta larga del ‘espeque’, para que al caminar le vaya dando vueltas al molino de fierro. Se van introduciendo entonces las puntas de la caña para que el molino las vaya triturando. Así exprime el jugo y por saca el otro lado el ‘bagazo’, que es el residuo de la caña prensada en el molino. El bagazo, se usa como combustible en las calderas del trapiche y sirve para envolver las mancuernas de piloncillo en paquetes llamados ‘gabazos’. El bagazo que se selecciona para empacar, debe de ser de la caña más gruesa, se aflojan las prensas del molino para que no triture el bagazo y se le quita la carnita que queda con una pala. Esos ‘bagazos’ se separan para empacar los ‘gabazos’ de panela.
Abajo y al centro del molino hay un hoyo que sirve como boca de un colector que lleva el jugo extraído de la caña por un tubo, pasando por una rejilla que retiene los residuos sólidos gruesos para que el jugo llegue más limpio al ‘tanque’ recolector. Cuando éste se llena, se completa una ‘venda’ que es la medida de jugo de caña que, mediante cocción, se procesará como piloncillo. Cada día se trabajan dos tandas o vendas de jugo de caña. Mientras se cuece la primera tanda, sigue la molienda hasta llenar nuevamente el tanque de jugo de caña para la segunda venda.
b) La cocción.
Al pasar la venda a la ‘vaporera’, que es donde se hace la cocción del jugo de la caña y se procesa para producir el piloncillo, se inicia la segunda etapa, que es la del cocimiento. Este jugo es concentrado y cocido hasta obtener la cristalización del azúcar.
El jugo de caña se cuece en la vaporera, que es una caldera para procesarlo en altas temperaturas hasta formar una ‘melaza’ bastante densa. Al hacerlo, se quitan de vez en cuando las impurezas. A esto se le llama ‘desborrar’ que es limpiar el jugo de la caña que pareciera caldo. Para ‘desborrar’ se usa la ‘espumadera’ que es una coladera grandota con la que se va sacando la ‘cachaza’, que es el desecho del jugo.
Tras la limpieza del jugo, se da la clarificación. Para ello se utiliza la cal como floculante. Echarle la cal se le llama ‘castigo’. Con ello se le da mayor consistencia y mejora la flotabilidad de los sólidos en suspensión, lo que permite ir quitando la cachaza qu es el residuo elimindado en el proceso de clarificación de los jugos de la caña en la elaboración de la panela
Luego se produce la evaporación y concentración. Consiste en adicionar calor al jugo de la caña para aumentar su densidad y viscosidad y llegar al punto panela que se obtiene a los 120 grados centígrados
Para dar el calor requerido en los distintos momentos de elaboración de la panela es necesario que el hornillero, que es el encargado de suministrarle bagazo al horno, sepa bien cómo aumentar y dar el calor requerido cuando se necesita. Debe de estar en perfecta armonía con el maestro panochero.
Finalmente se logra la cristalización y batido. Hay tres puntos en el proceso: ‘batidillo’, ‘chicharrón’ y ‘piloncillo’ que es cuando hay que sacarlo de la vaporera. Es necesario determinar y medir cual es el punto de cada uno de ellos. El primer punto del proceso es cuando está en punto de batidillo, se prueba de la siguiente forma: De la vaporera se saca un poco de jugo y se pasa a la ‘resfría’ –que es como una canoa donde se enfría con una coa-. al mover el jugo con la coa, se avienta el jugo de un lado al otro y en el aire se ve cómo se forman tiras o palomas blancas. El segundo punto se mide sacando melasa caliente que se echa en el agua donde se mojan los cajetes y se puede estirar para hacer chicharrones de piloncillo. Finalmente, cuando el melado ya está listo para sacarse de la vaporera como piloncillo, se toma una pizca de melaza se enfrìa y se aprieta entre el pulgar y el índice. Al abrir los dedos se estira y queda firme.
Con todo este proceso se logra la elaboración de la panela o panocha; pero también se obtienen otros subproductos que son la delicia de chicos y grandes: el melado, el batidillo, los chicharrones y los chinitos. El batidillo se puede hacer de sabores, con cáscaras de limón, o con canela. También se pueden preparar cañas asadas, plátanos, chilacayotes o calabazas que se sumergen a la ‘vaporera’ cuando el melado está hirviendo.
De cien kilos de caña se calcula una producción de diez de panela
c) El enfriamiento
se hace en dos etapas: Primero en la ‘resfría’, el luego en los ‘cajetes’. El ‘melado’ caliente se pasa de la ‘vaporera’ a la ‘resfría’ con la ‘bomba’, que es una cacerola grande y honda con mango, la resfría es una batea de madera como canoa angosta donde se enfría moviéndola de un lado para otro con unos remos. Por acción del batido el melado se empieza a enfriar y a perder la capacidad de adherencia, adquieriendo la textura de la panela que se quiere para llegar a la miel final que es un líquido viscoso resultante de todo el proceso.
De la ‘resfría’ se sirve el melado, estando ya más frío, a los cajetes que es donde el piloncillo termina de cuajar. Para esto se utilizaban unas ‘cucharas’ hechas con latas de sardina de salmón que se acondicionan con su mango de ‘otate’. La miel de caña obtenida –llamada melaza- se deja cristalizar en moldes de barro en los que se seca hasta que se solidifica o cuaja. Al enfriarse se puede manipular para empacar y almacenar.
El empacado de la panela en gabazos, su almacenamiento y venta.
Ya frío, es necesario sacarlo de los cajetes o ‘desembrocarlo’. Luego, juntando dos ‘hojas’ o ‘tapas’ gemelas de piloncillo, se hacen ‘las mancuernas`. Con ocho mancuernas se forma un “gabazo” de panela utilizando como envoltura el “bagazo” de la caña. El piloncillo se empaca en gabazos. El ‘gabacero’, que es quien empaca los gabazos de piloncillo, coloca cruzados los bagazos que va a utilizar para empacar; luego, al centro de estos bagazos se hace una torre con ocho mancuernas de
piloncillo; levanta entonces los bagazos para abrazar las mancuernas, envolverlas y amarrarlas. Esta es la manera que en La Hacienda se tenía de empacarlo para almacenarlo y venderlo. Ese gabazo se llevaba del trapiche a la casa en dos mulas. En la casa se preparaba un cuarto especial para recibir la panela. Se colocaban petates nuevos en el suelo y sobre ellos se levantaban las trincheras con tablado nuevo. La panela debía de aguantar el calor del lugar y del almacenamiento manteniendo su consistencia sin que se derritiera.
La calidad de la panela se juzga por su color: entre más clara es de mayor calidad. En el trapiche de La Hacienda cuando el cajete de panela enfriaba, además del color blanco que distinguía la panela, se formaba al centro de cada tapa de piloncillo una hendidura que parecía una huella de pezuña del venado. Se le llamaba ‘patada de venado’. Era señal de su excelente calidad. Los cajetes de la familia tenían las iniciales DS (Donaciano Sotelo) que quedaban como marca ‘de la casa’ en el lomo de las tapas de todo el piloncillo que se producía. Al juntar las tapas en mancuerna se veían por ambos lados.
La venta.
En octubre se hacía la venta del piloncillo. Antes de que hubiera brecha y entrara el camión, los gabazos de piloncillo se cargaban en recuas que eran ‘atajos de seis mulas’, cada mula con una carga. Toda la panela que produjo la Hacienda de Oculixtlahuacán durante el tiempo de la colonia se comercializaba en Taxco; parte de esta producción tomaba el Camino de Asia hacia las Filipinas en la Nao China. Cuando Oculixtlahuacán dejó de ser hacienda y el comercio de la región tuvo como principal destino Iguala, quienes compraron las melgas de riego siguieron sembrando caña, instalaron su trapiche y cambiaron el destino del comercio llevando su panela en recuas a Zacualpan, a Iguala y a Tepecoacuilco. Después, cuando se abrió la brecha, se llevaba el piloncillo a Iguala en ‘la corrida’. Así se le llamaba al camión de pasaje que diariamente iba de La Hacienda a Iguala y de regreso. Cuando la carretera federal ya pasaba por el poblado, los comerciantes iban en camiones torton a La Hacienda por la panela y se la llevaban para Acapulco.
c. Los frutales
Desde los registros prehispánicos que se tienen de lo que se producía y se consumía en la región. Se menciona que el rey Auitzotl, en sus conquistas de Teloloapan, ordenó proteger todos ‘los frutales, cacahuatales, algodonales para que no se perdiesen y destruyesen.’[12] Los frutales siempre fueron parte importante de la producción y de la dieta de la zona. En 1801, cuando Oculixtlahuacán todavía era una hacienda, se tiene el registro de que tenía distinto tipo de frutales en producción: naranja, aguacate, mamey, sidra, ciruelas y plátano. Y que en Totoapa la hacienda tenía sembradíos de plátano, zapote negro y aguacate. Hasta la década de 1920 se producía gran cantidad de naranja en la región. En Tonalapa se hacía la fiesta regional de la naranja. En la parte alta del pueblo, desde las calles empedradas que tenían mayor declive, vaciaban costales de naranja para que la fruta rodara “calle abajo” a fin de que los niños y visitantes que acudían a la feria la recogieran y se llevaran toda la naranja que pudieran atrapar, como si se tratara de una gran piñata.
Años más tarde el cultivo de la naranja se cambió por el de mango y se mantuvo el cultivo del aguacate. Las huertas de La Hacienda producen frutos de excelente calidad. En la familia era costumbre darle nombre a todo lo que se estimaba. Así por ejemplo, don Alfredo Sotelo le puso nombre a cada uno de sus árboles de aguacate y de mango y reconocía el fruto de cada uno de ellos. En la huerta que tenía, y siguiendo el curso del apantle, el primer árbol de aguacate le llamó el ‘Quemado’; le seguía el ‘Aperado’, porque los aguacates tenían forma de pera; el siguiente era el ‘Tinajero’. Luego tenía árboles de mango. El primero se llamó el ‘Chaparro’, luego estaba la ‘Manga’ que daba unos mangos grandototes; en seguida los mangos ‘del becerro’ y del ‘bonete’. A éstos le seguían los siguientes árboles de aguacate: el ‘Sarnoso’, el ‘Sancón’, el ‘Verde aperado’ y el del ‘del Padre Chamú’ (así llamado por una anécdota que allí le sucedió a un sacerdote de nombre Alfoso Chamú).
Acaparamiento de la fruta y la venta en versa.
El mango, que sustituyó la producción de naranja en la zona, es de muy alta calidad. Su cosecha comienza a darse a fines de enero y febrero, cuando no hay producción de mango criollo en ninguna otra parte del país, por lo que adquiere muy buen precio. En la Central de Abastos se le conoce como ‘mango zacate’ porque la caja se empacaba “con copete” y encima se le ponía zacate para que no se maltratara la fruta. Es un mango muy bien cotizado y codiciado.
Las huertas que las familias tienen en el predio de su casa o en otro lado son parte importante de su patrimonio familiar. Cuando tienen problemas por alguna enfermedad o por un compromiso y necesitan dinero no tienen acceso a cráditos del banco y forzosamente recurren al intermediario para vender por anticipado la producción de su huerto. Es la llamada ‘venta en versa’. Dependiendo de la cantidad de dinero que requieran, de la urgencia que tengan, del tamaño de su huerta y de la avaricia del intermediario, venden la producción de la huerta por dos, cinco, diez o hasta veinte años. Durante el tiempo convenido el intermediario cosecha la fruta como si fuera propia.
En 1980 se organizaron los pueblos en una cooperativa regional, la ‘Cooperativa de los Almolongas’. Se hizo una valoración de las huertas que estaban vendidas en versa y las condiciones en las que fueron compradas. Gran cantidad de huertas de La Hacienda, Totoapa, Tuxtla, Ahuehuepan, San Antonio, Tonalapa y Coatepec habían sido vendidas a precios de regalo. En ese tiempo el kilo de mango en la ciudad estaba a 6 pesos. La caja con 35 kilos a pie de árbol se vendía a 40 pesos. Se hizo la cuenta yendo de productor por productor. Lo que los intermediarios les habían pagado por la producción completa de sus huerta por varios años daba costos ridículos de 0.20 cvs. kilo. Así que decidieron dar por pagadas las huertas. Se recuperaron y se comenzó a vender la fruta directamente en la Central de Abastos en la Ciudad de México. Hubo cantidad de problemas porque los intermediarios que compraban la producción de mango en la región de Oculixtlahuacán eran los mismos que vendían a bodegueros o tenían participación en las bodegas. Por lo que fue muy difícil, pero se abrió camino. La cooperativa también sirvió para fumigar los árboles ya que se habían descuidado y estaban muy plagados de ‘escoba de bruja’ que es una enfermedad causada por fitoplasmas que reduce considerablemente la producción de fruta en el árbol y puede incluso llegar a matar la planta.
Hoy se consigue el mango ‘maduro de árbol’ a bordo de carretera, y mango ‘atenque’ en caja. El mango ‘atenque’ es el que está entre verde y maduro. La fruta de esta región tiene la característica poco común de que, cuando el mango se pasa de maduro no se escurre, sino que ‘se apilinca’, es decir se arruga o se apachicha y se hace más dulce.
d. El ganado
Los primeros caballos que los españoles trajeron al Anáhuac sirvieron como arma de guerra para atacar a los ejércitos de los indígenas. Posteriormente fueron utilizados para monturas, para arrastrar carretas y para carga. A los indígenas no les era permitido montar a caballo ni utilizar armas de fuego. Además de los equinos, lo españoles también trajeron ganado bovino que utilizaron para la producción de leche y sus derivados, y para tecnificar los cultivos. El ganado bovino permitió mejorar técnicas de producción agropecuaria que no existían en el Anáhuac y enriquecer la dieta alimenticia.
Durante el virreinato, Iguala sirvió de granero y de abastecedor de pastos y granos para abastecer de alimento al ganado mular, equino y bovino utilizado en la agricultura, la minería y el transporte que requería el comercio en el ‘Camino de Asia’ entre México y la Nao de China. Los españoles también introdujeron para su dieta alimenticia aves y cerdos como animales de corral, borregos y cabras de pastoreo. Perros y gatos domésticos y palomas mensajeras.
La Hacienda Nuestro Señor San José Oculixtlahuacán en 1801 tenía 513 bueyes, 40 caballos de silla, 97 yeguas y potrillos valuados en $5,132 pesos con 4 reales. Para ello, además de sus instalaciones que tenía en Oculixtlahuacán como parte del casco de la hacienda, habilitó como zona ganadera y de pastizales el dominio que tenía en San Antonio Ahuehuepan donde a) construyó estancia y lugar de alojamiento de su ganado valuada en $505 pesos con 4 reales; b) habilitó ocho sitios de ganado mayor, cada uno de ellos valuado en $5,000 pesos. 4 de esos 8 sitios podían sostener cada uno, 500 cabezas de ganado; c) y expandió sus posesiones de tierra con valor de 4,000 pesos.
Cuando dominaron e invadieron la región de Tepecoacuilco, Iguala y Taxco, los españoles utilizaron el ganado para invadir las tierras de los pueblos indígenas y luego apropiarse de las mismas. Traían su ganado, ya fuera ganado menor –borregos y chivos- o ganado mayor –bovinos y equinos- y lo soltaban a pastar a libre pastoreo en las tierras de los indígenas, incluyendo su tierras de cultivo ya sembradas. Luego solicitaban esas tierras a su rey y autoridades españolas para que se las concedieran como ‘estancias’. Con este procedimiento los españoles invadiero grandes extensiones de territorio indígena de los ‘calpullis’ de Oculixtlahuacán, Ahuehuepan, y Tuxtla, que formaban parte del altépetl de Iguala, y territorios de Huiztac que incorporaron que pasaron a formar parte de La Hacienda de Oculixtlahuacan.
Para frenar estos abusos, los pueblos decidieron cercar grandes extensiones de su territorio para limitar el paso de ganado y rotar sus cultivos de temporal. Así pudieron exigir que, durante el tiempo de siembra, el ganado quedara del lado de las tierras que dejaban descansar ese año, y podían cultivar las que quedaban empotreradas y rotar nuevamente el ganado al año siguiente. Con este sistema los pueblos aportaban pastizal ‘año y vez’ gratuitamente al ganado del hacendado, pero ya el ganado no destrozaba sus cultivos, ni el hacendado continuaba con el despojo de sus territorios.
En tiempos de la Colonia así quedó establecido y organizado el sistema de rotación de cultivo y ganado que se ha mantenido hasta hoy día, después de que la hacienda dejó de funcionar. El beneficio ya no es para el hacendado sino para bien de los ganaderos que son el sector más rico de la región. En torno a La Hacienda los pueblos y cuadrillas de la región, aunque formen parte de distintos distritos y municipios, unen sus potreros colindantes mediante una cerca común construida ‘desde el tiempo de los españoles’, que todo mundo respeta para limitar el paso del ganado y evitar que dañe los cultivos. La cerca común se arregla cada año y en mayo se cierra con trancas para que durante todo el temporal, de la siembra a la cosecha, quede limitado el paso del ganado a los terrenos de siembra. Las trancas se abren en diciembre para que entre el ganado a comer el rastrojo que queda. El ganado queda por un lado de la cerca y al año siguiente del otro lado. Del lado que no está el ganado se siembran los terrenos de temporal y los tlacololes. Las tierras de riego están siempre cercadas para que el ganado no entre. En la Hacienda el cercado común para el ganado se organiza en los años pares, al norte hacia “los ranchitos” con los pueblos de Teucizapa, Temazcalapa y Xalostoc, y en los años nones al sur hacia “el potrero” con los pueblos de Tuxtla Cuevillas, Totoapa, La Presa, Puerto de los Flores, San Antonio, Ahuehuepa y Tonalapa del Río.
Al ganado hay que cuidarlo. Los toros y bueyes se utilizaban para la yunta. Los caballos para uzarlos como medio de transporte, de carga y para sembrar emparejados en ‘troncos’. A las vaquitas hay que atenderlas. Deben de cruzarse y hay que cuidarlas durante el embarazo y el parto. Ya que tienen su cría hay que ordeñarlas, hacer quesos, crema, requesón. Las familias con ganado eran los Sotelo, los Mena y los Figueroa. En nuestra familia se hacía queso fresco y de cincho. En un calmil[13] se habilitaba un rodeo para herrar unas 150 cabezas de ganado. Después de herrarlo era necesario cuidarlo para que no se infectara. El corral de ordeña debe de ser distinto al que se tiene para las bestias: caballos, burritos y algún animal que se esté curando como es el caso de las mordidas del murciélago. Cuando estos animales están mordidos por el murciélago o heridos por alguna otra razón, la mosca cerecera (o gusano barrenador) busca la herida y deja allí sus huevecillos que se convierten en larvas y luego en gusanos que empiezan a comerles la carne. Cuando alguna res llegaba a agusanarse del cuerno era necesario atenderla con creolina. Es necesario tenerlos cerca para estarlos curando hasta que sanan.
Por julio nacían lo becerritos y a fínales de agosto en el calmil de Los Ranchitos se hacía el rancho armando un chiquero. Los tíos allí ordeñaban unas 16 vacas durante cuatro meses. Se llenaban dos peroles de leche. Con esa leche, además de crema, requesón y queso fresco, se hacían los quesos de cincho. En el corral de la casa había un par de vacas para ordeña. En el patio de la casa grande se acondicionaba el espacio para hacer los quesos que, a medida que se iban madurando, se les iba cerrando la prensa. Cuando las vacas tienen crías se espera a que los becerros crezcan un poco, luego se les lleva al corral de la casa para que las vacas los visiten y allí se acostumbren a ir a darles de comer. Durante el día se les pone una trampa a los becerros para que no se escapen cuando se les lleva al campo a que coman a libre pastoreo y poder encontrarlos fácilmente por la tarde a fin de regresarlos al corral de la casa para que allí pasen la noche. La trampa consiste en que se juntan dos becerros y se les ata en mancuerna. Se les amarra un lazo en el pescuezo y se juntan como si se fuera a hacer una yunta con ellos; pero, en lugar de eso, se les coloca en medio una ‘tarabilla’ o ‘trompo’ –que es un madero corto al que por en medio se le hace una hendidura que quede como cuello – para que cuando los dos becerros quedan amarrados a la tarabilla, ésta no se chispe. Así los becerros pueden quedar libres para comer pasto, pero no pueden correr ni escaparse, porque uno estorba al otro en sus movimientos. Uncidos de esta manera se les deja en el campo y por la tarde, al ir a campear, se les trae al corral de la casa a se queden a dormir. Por la madrugada las vacas llegan a visitarlos. Cuando se ordeñan estas vacas, una de sus tetas se deja con leche sin ordeñarla para que le quede al becerro. Luego la vaca busca al crío y el becerro encuentra su teta para mamar.
Los chamacos nos divertíamos lazando becerritos para luego jugar con ellos. Se les ponía su ‘jáquima’, que es un cabezal de nudos de cuerda como bozal para el hocico y abarcaba las orejas, y así se montaban y se podía uno revolcar con ellos. Para sacar a pastorear los becerros se les ataba en mancuernas, unciéndolos con su ‘trompo’ en el pescuezo atado con una ’cabrilla’ para que así pudieran andar por el campo alimentándose libremente sin poderse escapar.
También era divertido montar los becerros, hacer suertes y divertirse con ellos en los jaripeos.
Todo el ganado de la familia tenía su nombre. Donaciano Sotelo tenía, entre sus vaquitas, a la ‘Mantequilla’, a la ‘Novillita’, a la ‘Moquienta’, a la ‘Calceta’ y a la ‘Gringa’. Las llamaba por su nombre y acudían corriendo a donde él estaba. También sus caballos tenían nombre. Uno era el ‘Batidillo’, otro el ‘Güero’. Sus mulas eran la ‘Alazana, la ‘Chuparrosa’ y la ‘Chaparra’. Su burro era el ‘Mocho’. Alfredo Sotelo tenía su ‘tronco’ formado por sus mulas ‘la Negra’ y ‘la Alazana’. También tenía a ‘la Diabla’. Sus burros eran el ‘Prieto’ o ‘Chicle prieto’ y el ‘Calentano’. Las mulas y machos son cruza de un burro ‘manero’ y una yegua. Los burros ‘maneros’ son más grandes y agresivos que el resto de los burros.
e. El monte, la flora y la fauna
En La Hacienda hay gran variedad de árboles frutales. Además de los cultivos comerciales de mango y aguacate, hay muchas variedades de ciruela como: la ‘cuernavaqueña’, la ‘tlaxmalaqueña’, la ‘roja’, la ‘amarilla’, la ‘conservera’ que es morada y se usa para el atole, y la ‘de venado’ que es silvestre y se utiliza para hacer atoles y salsas.
Un árbol endémico de la zona, muy poco conocido en otras regiones, es el bonete que la gente tiene en sus patios y corrales; la fruta asemeja un proyectil que pende de las ramas desnudas del árbol. Se come la parte carnuda de la fruta y las semillas se secan, tuestan y se comen, al igual que la semilla del guaje, con limón, cebolla, chile y sal.
Otros frutales que también hay en La Hacienda, son los tamarindos, naranjas, limas, limones, limones reales, limones dulces, guayabas, guamúchiles; así como el cacao, nanche, ilama[14], anona, chirimoya, mamey, chicozapote, timbiriche[15], zapote amarillo y zapote negro.
Del monte se pueden traer muchas yerbas para acompañar la comida como son, los retoños de zacahual y de guaje, los pápalos, pipichas, chichihuaches y todo tipo de quelites.
Hay guajes rojos y verdes. Cuando los guajes rojos están sazones, se pelan, se echan en un trasto y se tallan o restriegan para quitarles ‘la goma’ y queden limpios. Luego, para acabar de quitarles la goma, se les rocía ceniza y se vuelven a tallar. Ya limpios se ponen a secar. Ya secos se almacenan. Para prepararlos se van preparando sólo los que se van a comer, de a poquito. Se doran en un sartén a que esponjen y se dejan reposar un ratito. Ya fríos, se lavan, se les escurre el agua y se preparan revueltos con cebolla, limón y sal. Listos para comer en chalupitas picadas con salsa, queso, crema y papas picadas. Con los guajes verdes se pueden hacer tortas con huevo.
Las semillas del bonete se preparan de forma parecida a los guajes. Para que se les depegue la tripita que le queda a la semilla cuando se separa de la pulpa, las semillas se lavan en un chiquihuite con tantita ceniza y se ponen a secar. Se doran poquito en el sartén, se enfrían y ya que están secas se restriegan con la bolsa del mandado (que es de rejilla cerrada de plástico) para quitarles el polvito. Luego se les pone sal y limón. Se revuelven y se doran.
En la zona hay una gran cantidad de vegetación. En el monte hay matorrales como el huizache, la jarilla y el acahual. Hay árboles y arbustos como el cuahuilote, el casahuate, el amate, la parota, el ‘cacaloxuchitl’ –también conocido como ‘flor de mayo’ o ‘rosal’- que sirve de medicina para la diabetes. Un pedacito del tronco de cacaloxútil se hace en thé y, cuando al paciente le sube el azúcar, se toma como agua de uso. Algunos árboles como el ‘tepeguaje’ tienen un corazón muy hermoso. El ‘brasil’ tiene corazón rojo, el ‘palo dulce’ corazón prieto, el ‘espino prieto’ corazón negro.
También se encuentran muchos animales endémicos de la zona. Todavía hay venado, tlacuache, conejo, liebre, tejón, zorrillo y armadillo. Hay mucha víbora y culebra como la de cascabel, la coralillo, la falsa coralillo, la tilcuata, negra o chirrionera. Hay iguana, tortuga, chintete, escorpión, lagartija, alacrán, y varios tipos de araña. También hay pájaros y aves como: águila, gavilán, áura (zopilote de carona blanca), quebranta hueso, zopilote, cuervo, urraca, pájaro vaquero, tórtola, tordo, gorrión, urraca, colibrí, huilota.
Algunos animales dan de qué hablar: La tilcoata (de tililli negro y coatl culebra) es una culebra negra, corta, gruesa, con panza media roja y cola delgada; en lugar de ‘cascabelear’ como la víbora de cascabel, produce al aire un sonido agudo como silbido. Se dice que la tilcoata produce un vaho que adormece y que, cuando alguna mujer está amamantando, la persigue y la adormece por la noche con su vaho, luego mama de su leche mientras al niño le da su cola como chupete. Los escorpiones en La Hacienda no son alacranes sino una especie de lagartija mortalmente venenosa, de piel muy brillosa y manchas negras y rojas. Me tocó ver el animal frente a la casa cerca de mi hijo de brazos en el tecorral. Todos le tenían mucho miedo porque el escorpión, para atacar, puede brincar hasta más de cuatro metros. Para matarla se debe de usar un palo seco, ya que una vara verde puede trasmitir el veneno. Una vez muerto el animal es necesario enterrarlo. A una señora de La Hacienda se le ocurrió quemarlo y durante dos semanas perdió el habla por el humo que aspiró del animal. En Taxco es igualmente temido. Mi abuelo dice que una vez llegó un señor con un escorpión que había atrapado y lo traía en un cántaro. Que el señor tenía ya pintada en la espalda la figura del escorpión y que no tardó en morir.
En Oculixtlahuacán se han ido acabando muchas especies de flora y fauna. Durante el tiempo de la Colonia abundaba el venado en la región. Pero fue objeto de una caza indiscriminada. Un cargamento de barco en el puerto de Acapulco en 1851 exportaba 22, 657 kilos de piel de venado. Hoy prácticamente se ha acabado con esta especie.
En La Hacienda todos vivimos del monte. Unos más que otros porque del cerro siempre hay algo que traer: pipichas, pápalos, chichihuaches, ciruela de venado, timbiriches, medicinas o animalitos para el caldo.
[1] Uno de los arreos de la montura que se coloca entre el lomo del animal y la silla. Es una cubierta como manto grueso de ixtle que se denomina ‘cuaxtle’ para que el roce de la silla de montar no lastime el lomo del animal.
[2] De ithactl, ‘provisión de comida para llevar’
[3] Se le llama ‘tronco’ a dos equinos aparejados y enganchados con guarnición para arrastrar el arado de hierro en labores de cultivo. Pueden ser mulas, machos, caballos, yeguas. Los troncos de caballos (de dos, cuatro o más caballos aparejados) era muy utilizado para arrastrar carruajes de viaje.
[4] Milpa. de milli ‘parcela sembrada’ y pan ‘lugar’.
[5] Quelite, de quilitl ‘hierba comestible’ asociada al cultivo de la milpa. De acuerdo a la CONABIO son más de 358 especies de estas hierbas comestibles como la chaya, el chipilín o chipil, el romero, el quelite cenizo, el quelite pinto, el rábano, el pápalo, el chichihuache, la pipicha, la lengua de vaca, la verdolaga, los alaches, la patita de pájaro, los agrios/trébol, el nabo, la hoja santa, la calabaza, el quintonil, el malacote, el berro. http://masdemx.com/2016/06/los-quelites-una-guia-completa-beneficios-variedades-propiedades-y-usos-medicinales/
[6] ‘Ahilar’ (rural), colocar algo en hilera, alinear. Ahilar los animales, las piedras, las plantas. Lara, Luis Fernando; Diccionario del Español de México, El Colegio de México. 2010.
[7] El frijol se recolecta antes que el maíz y ya libre la milpa se cotonea el maíz (se arranca y se amogota) se despenca la cañuela y queda el totomoxtle que son las últimas hojas de la mazorca que se queda en la cañuela despencada para luego cosechar la mazorca ya seca y el forraje se recoge para alimento del ganado. Las primeras hojas que cubren la mazorca se usan para el tamal de los tlapixques. La cañuela se va acarreando y se amogota, es decir se forman mogotes o montones de caña en forma cónica. En Ortega Olivares. La memoria negada de la Ciudad de México: sus pueblos originarios
https://books.google.com.mx/books?id=K5nR90hsNesC&pg=PA379&lpg=PA379&dq=surco+sobernal&source=bl&ots=8PGuC98TiP&sig=uciGBmk0pqslXSWMpqdISb3brPg&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwiR1JHp_tTTAhXoylQKHc5wAakQ6AEIKTAB#v=onepage&q=surco%20sobernal&f=false
[8] Toledo Manzur Carlos, Cedillo Álvarez Cuauhtémoc, González Monzón Adolfo; La ecología y el sistema de producción agrícola de una comunidad en el municipio de Apaxtla, Guerrero. https://chapingo.mx/revistas/revistas/articulos/doc/rga-1791.pdf p.112
[9] El huetlapil es una especie de granero que sirve para guardar el maíz recogido de la pizca en noviembre. Se hace con varas de carrizo en forma circular y su altura va de los dos a los 2.50 m de altura; el diámetro depende de la cosecha lograda.
[10] Acahual De acahualli ó acahuacli. Simsia amplexicaulis. Yerba que brota con el cultivo. Es un girasol silvestre. Las varas secas se utilizan en construcciones.
[11] Bitoque es el taco de madera o ‘tarugo’ que sirve para tapar la salida del agua de la pila
[12] Durán Diego Fray; Historia de las Indias de Nueva España e islas de tierra firme. Tomo 1; México, Imprenta de J.M. Andrade y F. Escalante, 1867. pg. 363
[13] Calmil. De Calmilli calli casa y mihle milpa. Terreno. solar o corral junto a la casa en el que se siembra milpa.
[14] Ilama. Apócope de ilamazaptl de ilama ‘mujer anciana’ y zapotl ‘zapote o fruta carnosa’ fruta de la familia de las anonáceas
[15] Timbiriche. Es una ‘bromelia karatas’ parecida a maguey que sale en racimos. Es un fruto parecido a plátanos pequeños que se da en racimos. Sale como de penca. Es agridulce o semiácido.